Reflexión: El malestar de la globalización

Joseph Stiglitz ha ofrecido a través de su libro “El malestar de la globalización”, una visión realista del funcionamiento de organismos internacionales que tratan de gestionar la globalización.

Si bien la globalización como tal puede ser un instrumento que facilite la salida de la pobreza de la mayoría de regiones tercermundistas, desde el nacimiento del termino, toda organización internacional que se ha creado ha atendido a las necesidades de los países ya desarrollados.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo encargado de mantener el equilibrio financiero a nivel mundial, ha llegado mucho más lejos de lo que sus competencias iniciales le señalaban.

Cuando un país ha pedido ayuda al FMI, este ha tendido su mano bajo una serie de condicionantes que el propio organismo considera saludable para la economía. Lógicamente, si se facilitan recursos a un determinado país, este debe cumplir un conjunto de requisitos que garanticen que esos recursos van a producir una evolución positiva de la economía y la sociedad. Sin embargo, los condicionantes que establece el FMI están fuertemente influenciados por una visión fundamentalista del mercado que ha provocado, a lo largo de estos últimos años, toda una serie de importantes crisis.

El FMI ha marcado sus políticas centrándose exclusivamente en indicadores macroeconómicos como el déficit y ha dejado de lado asuntos de vital importancia como la pobreza o la educación, creyendo que un país con un mercado completamente liberado tenderá hacia el equilibrio a largo plazo. Sin embargo, el corto plazo se hace en ocasiones tan insostenible que es inevitable que las revueltas sociales desestabilicen el país y perjudiquen la marcha de la economía.

Un país no puede pasar de un sistema a otro de la noche a la mañana, la historia ha demostrado que aquellos países que han seguido una secuenciación lógica en la liberación de sus mercados, han podido crecer en armonía, reduciendo la pobreza y mejorando la educación (e.g. China). En cambio, el FMI ha promovido siempre la rápida liberalización en países que no estaban aun preparados para dar un vuelco tan brusco (e.g. ausencia de financiación, falta de leyes que ofrezcan estabilidad, etc…).

El resultado de estos últimos años es abrumador, países como China, que no han seguido las recomendaciones del FMI, han conseguido crecer progresivamente manteniendo unas perspectivas de futuro prometedoras. Por otro lado, países como Rusia, guiados por las políticas del FMI, se han visto sumergidos en estrepitosos fracasos que han hecho desaparecer la clase media y han fomentado la especulación, corrupción y las mafias.

Por otro lado, el FMI ha impulsado toda una serie de regularizaciones sin tener en cuenta la situación individual de cada uno de los países con los que ha llegado a un acuerdo. Parece haber construido un único molde para su política, intentado hacerlo encajar en la realidad de cada país omitiendo completamente las particularidades de cada uno de ellos.

Pero no solo la política del FMI ha sido completamente incorrecta, también su estructura interna no refleja la realidad que pretende representar. Los países que tienen mayor peso dentro de la organización son justamente los países industrializados, siendo EEUU el único con derecho a veto, mientras que los países en vías de desarrollo se ven relegados a un segundo plano. Es decir, FMI esta tomando decisiones sobre los países que justamente están menos representados por el organismo, en consecuencia, el FMI no demuestra ser una organización democrática sino más bien una herramienta para extender el nuevo colonialismo económico.

Los países en vías de desarrollo ya se percataron hace tiempo que las políticas del FMI no resultaban positivas para la economía, pero es el precio que han de pagar para poder acceder a determinados prestamos. Es más, la Unión Europea o Japón delegan la función de estudio de la concesión de prestamos al FMI, por tanto, aunque un país en vías de desarrollo decida evitar el FMI e ir directamente a la Unión Europea a solicitar un préstamo, este verá que irremediablemente tiene que pasar el filtro del FMI.

Pocos son los países que pueden esquivar las condiciones del FMI, entre ellos solo se encuentran los de mayor influencia como China. Por otro lado el propio FMI ha hecho la vista gorda en ciertas ocasiones, siendo benevolente con la corrupción de Rusia y contundente con la corrupción de países que comenzaban a salir de su angustioso estado.

Las incoherencias en las políticas del FMI hacen sospechar sobre los verdaderos motivos de todos estos errores. Esta organización se encuentra formada por importantes economistas, verdaderos expertos en sus respectivas materias. Sin embargo, escasamente han sido capaces de ayudar a proporcionar un futuro mejor a los países del tercer mundo.

Si el FMI es el resultado de gobiernos democráticos, no es posible que este mismo organismo no cumplan las normas base de la democracia. Es imprescindible conceder mayor capacidad de participación a los países en vías de desarrollo. Por otro lado, es absolutamente fundamental que toda la información sea pública y este al alcance de cualquier ciudadano del mundo.

Este tipo de organismos internacionales que parecen estar al servicio de los intereses de los países desarrollados, solo aportan más frustración y generan un mayor conflicto entre los países más ricos y los menos desarrollados. La globalización, a pesar de las posibilidades que podría haber otorgado a los países menos agraciados, se ha convertido en el objetivo a derrocar por culpa de las malas políticas y los favoritismos que han tenido lugar. Es evidente que cualquier ciudadano de países en vías de desarrollo que observe como el paro y la pobreza aumenta a causa de las políticas del FMI, arremeta contra el concepto de globalización.

El FMI es una organización creada por gobiernos que deben su poder al pueblo, en consecuencia el pueblo tiene completo derecho a conocer toda la información que el FMI maneja. Las negociaciones y acuerdos entre el FMI y terceros países deben ser transparentes.

La sociedad de la información en la que vivimos nos ha brindado una herramienta única: Internet. Con tal de conseguir un funcionamiento democráticamente correcto a nivel local y global, es necesario que toda institución pública ponga en la mano de cualquier ciudadano toda la información con la que esta trabajando e Internet es el medio más barato y rápido que existe para tal cometido.

Obviamente no todos los ciudadanos van a entender documentos técnicos ya sea de política, economía o cualquier otra especialidad. Pero siempre encontraremos colectivos de expertos que podrán valorar las decisiones que están tomando los organismos públicos, y de esta forma denunciar los abusos o las incoherencias que se puedan producir.

Hemos aceptado la democracia representativa como una de las mejores formas para convivir en el mundo, sin embargo aun nos falta llegar más lejos. La democracia transparente y participativa, donde todos podamos ejercer el poder periodístico crítico para presionar desde la base, y fomentar la correcta toma de decisiones. Este es un cambio que conviene a la inmensa mayoría de ciudadanos, sin embargo, intuyo que no va a ser del agrado de aquellos que o bien tienen el poder o están cerca de él, esa transparencia les haría perder autoridad como individuos.

No es posible que aceptemos abiertamente que la mayoría de decisiones que ha tomado el FMI se hayan hecho a puerta cerrada. Es absolutamente intolerable que un organismo formado por las democracias no rinda cuentas a:

  • Los ciudadanos de los países que aportan el dinero. El dinero que el FMI presta sale del bolsillo de estos ciudadanos, por tanto tienen derecho a saber como se esta empleando y bajo que condiciones. Si bien todo préstamo es, en principio, para ser retornado, este representa un riesgo del cual el ciudadano debe estar informado.
  • Los ciudadanos de los países en vías de desarrollo. Al fin y al cabo, son estos los que van a acabar pagando el préstamo concedido más, evidentemente, los intereses. Por tanto, este tiene derecho a saber donde van a ir destinados dichos recursos.

En definitiva, no solo el FMI, sino cualquier organismo público tanto nacional como internacional (e.g. Banco Mundial) debería aportar transparencia a todos sus procesos, para así poder ser abiertamente criticados y corregidos para adoptar las políticas más adecuadas en cada momento.

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